Grupo de 12 a 18 años. La Torre

Un tejido de punto es un proceso laborioso que requiere mucha dedicación, tienes que ir haciendo los puntos y a través de cada lazada poco a poco vas fabricando una malla. Así comenzamos nuestra primera sesión, pasando el hilo del ovillo de una persona a otra generando la red más primordial que existe; la de las relaciones sociales; la del intercambio de conocimientos; la que construye comunidades. De esta manera cada persona que estaba situada en el círculo que montamos con nuestros cuerpos tenía que ir pasando el ovillo a otra persona mientras compartía con lxs demás su nombre y algunos aspectos de su carácter. Cuando nuestra “telaraña” se terminó, con la misma manera que se montó la desmontamos compartiendo más aspectos de nuestra forma de ser y finalmente volviendo al punto cero por donde empezó el tejido. Seguramente esta dinámica pone a lxs participantes en una situación relativamente incómoda pero la única manera para relacionarse es salir de tu zona de confort. 

La dinámica anterior era interesante pero la mayoría de la gente que formaba nuestro grupo ya se conocían así que nos pusimos a la práctica. Hay muchas formas para contextualizar un proceso, lo puedes hacer a través de presentaciones, charlas y powerpoints… pero suelen ser un poco aburridas. Sin embargo, cuando la teoría se mezcla con la práctica es donde surgen las situaciones más interesantes. De este modo, ¿cuál es la mejor manera para explicar el procedimiento para hacer un street escape? Pues, obviamente hacer uno. Pero, ¿quienes éramos nosotrxs para proponer un street escape en un territorio que casi no conocíamos?  Claramente, no éramos nosotrxs quienes teníamos que dar forma a este primer intento, sino ellxs. 

Así el juego empezó. 

Primero, dividimos el grupo en dos subgrupos y establecimos las reglas del juego. El primero iba a ser la manada de lxs zorrxs que tenían que moverse de forma inconsciente, a la manera que hacían su derivas los llamados flâneurs. Como decía Guy Debord, básicamente, consistía en realizar una deriva urbana en busca de situaciones, dejándose llevar simplemente por el placer y las emociones.

Cada zorrx tenía que liderar la manada caminando hacia una dirección por 5 minutos formando al final un recorrido de 25 minutos realizado por todxs los zorrxs y que otrx miembrx del grupo, el o la cartógrafx iba dibujando sobre un cuaderno de campo. El otro grupo sería la banda de lxs rastreadorxs que tenían que rastrear la manada de lxs zorrxs. Cuando lxs zorrxs llegaron a su destino final tenía que avisar al lxs rastreadores. ¿Cómo? a través de su walkie talkie, diciéndoles que podrían empezar la búsqueda. Sin embargo, lxs rastreadorxs no podrían hacer preguntas sobre el destino final o de los nombres de las calles, sino que tenían que preguntar sobre puntos de referencia por los que podían haber pasado. Solamente cuando tenían una respuesta afirmativa podrían moverse del punto inicial hasta el siguiente y con la misma manera hasta el escondrijo de lxs zorrxs. Una vez lxs zorrxs localizados, los subgrupos intercambiaban los papeles empezando otra vez el proceso al revés. El subgrupo que ganó fue el que menos tiempo hizo para encontrar el otro con menos preguntas. De esta forma, visitamos descampados, parques, edificios en construcción, negocios de todo tipo, bibliotecas, campos de fútbol y nos escondimos entre palmeras y la huerta. Nosotrxs como iniciadores del proyecto casi no conocíamos el barrio que pisábamos, pero a través del juego, los caminos que marcamos y las historias que nos compartieron nos sentimos parte de este territorio.

¿Por qué eligieron estos sitios y no otros en este paseo inconsciente? Una cuestión que iremos descubriendo poco a poco conforme avancen las sesiones. 

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