Nos encontramos con un grupo de participantes de entre 3 y 4 años con los que comenzamos en esta sesión a conocernos a través del ritmo y el cuerpo porque como dice la coreógrafa Martha Graham «El cuerpo también habla». Sonidos, percusiones, movimientos que dejan que nos miremos y sintamos nuestras energías.

Como en el resto de grupos introdujimos la historia del lagarto: «Pues señor, esta es la historia del fardatxo de benimaclet que vivía con la señora Paquita quien lo sacaba a pasear y hasta lo llevaba a misa y al mercado pero un día nadie sabe muy bien por qué, el lagarto desapareció ¿Se habrá ido volando? ¿Habrá llegado hasta la luna?» Y de esta forma arrancamos con la ficción. Sin mediar y sin instrucciones llenamos el espacio de cartones y rotuladores que les motivaron a dibujar al lagarto. Al mismo tiempo y acompañadas del ukelele comenzamos a cantar una canción ambientando la historia: «S’ha amagat el fardatxo, el fardatxo, s’ha amagat el fardatxo pel forat». Cantábamos y seguíamos inventando entre todes el cuento: «el lagarto llegó a la luna en un cohete espacial… y de pronto apareció una jirafa con el cuello muy largo y el lagarto se subió encima… el lagarto tenía mucha hambre y se encontró con un ratón que le invitó a cenar…»

Alguien sugirió que el fardatxo debía estar en el descampado junto al colegio. Pensado y hecho. Preparamos hojas de lechugas atadas a cuerdas y salimos a buscar a nuestro fardatxo. Por el descampado quedaban restos de esa huerta que va desapareciendo y conseguimos así hojas de acelgas que también las atamos a junto a nuestras lechugas. Una acequia recorría acompañándonos nuestro camino por lo que nos paramos para ver de donde venía el agua y también por si el fardatxo pudiera estar allí bebiendo. Hasta nos encontramos un tapón amarillo, todo un resto prehistórico.

Y de repente, Oscar, aquél niño que había llegado dormido, despertó ¡había encontrado un caracol! Todos corrieron para verlo mientras Oscar susurraba «es adorable» y nosotras, las educadoras que les acompañábamos pensábamos que elles sí que eran adorables…

Aquel camino que no tenía más de 50 metros pareció tener kilómetros ¿Por qué vamos los adultos tan rápidos? Gracias al lento caminar de les niñes pudimos encontrar tantas cosas lejanas a nuestros ojos.

Tuvimos tiempo de tocar campanas, abrazar árboles y encontrar muchos otros restos de posibles huellas que nos conduzcan a encontrar al fardatxo.

Volvimos cansades y con hambre. Las aventuras siempre despiertan el apetito. Una vez de vuelta, seguimos construyendo y dibujando todo lo que habíamos visto hasta que Sophie sugirió que el fardatxo podría estar en la fuente de la plaza porque allí hay muchos agujeros. ¡Bien, ya tenemos el siguiente espacio para investigar! pero eso será en la próxima sesión.

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