Grupo de 6 a 12 años. La Torre. La vida no es un trayecto monótono, tiene sus sorpresas y giros inesperados. Puede que un día dejes de suspender alguna asignatura, por ejemplo, y empieces a aprobarlo todo, como le pasó a J. Y eso es lo primero que nos cuenta, nada más llegar.
Así empieza un día de novedades.
En esta ocasión, la sesión se inicia en el edificio del Ayuntamiento a petición del grupo.
«Nosotros queremos ir también, no entramos nunca allí».
El edificio y sus instalaciones huelen a nuevo. Parece reciente. Nos cuesta convencerlos para salir de allí y seguir el recorrido por el barrio. Lo logramos. Nos dirigimos a los barracones del colegio. Por el camino siguen rapeando.
Pasamos también por algunos de sus lugares habituales: el supermercado, la frutería, el quiosco, la panadería… También llegamos al Discóbolo, uno de los espacios más populares del grupo, es decir, el campo de fútbol. Durante el recorrido nos llamas la atencios vestigios del pasado industrial del barrio: antiguas fábricas, carteles… incluso uno que indica el edificio que albergaba el Sindicato de Arroceros.
Nos damos cuenta que nadie hace referencia al nombre del barrio. ¿Por qué se llama «La Torre»? ¿había alguna torre? ¿todavía la hay?. Formulamos nuestras dudas, pero nadie parece saber la respuesta. Esperaremos entonces.
Avistamos los huertos urbanos. Son enormes. Miramos entre la vallas.
«Antes de la pandemia, veníamos con el cole. Teníamos un trozo de tierra donde plantábamos».
De allí salimos corriendo para llegar a tiempo a la sorpresa que les teníamos preparada. Encuentro con Sedajazz. La escuela de jazz que tiene su sede en el barrio, y de la que apenas saben nada. Es nuestra primera vinculación. Abandonamos el plano de lo conocido para emprender un viaje que amplíe sus referentes humanos y espaciales. Y, además, con música, ese lenguaje universal.
Llegamos a la esplanada. Uno de los edificios de la escuela tiene un impresionante mural de Elías Taño. Y no es el único del barrio. Sus colores y dibujos naïf son pura alegría. Nos invitan a conocer sus instalaciones. En el piso de arriba tienen muchos de sus instrumentos. Están apetecibles y J. no puede evitar tocar el piano, blanco y elegantísimo. Le reñimos, pero entendemos su desliz. Aún vemos más manos rondar las teclas.
Esperamos a que la banda saque todos sus instrumentos y atriles al exterior. A. y A .comentan que no les gusta el jazz. Se sientan a regañadientes. Pero cambiarán de opinión al final.
Hace un día estupendo. El sol es agradable, el cielo está despejado. Empieza a sonar la música. Es una absoluta delicia. Escuchamos algunos estándares del jazz, nos hablan de su origen, de la importancia de la improvisación, intentamos hacer una work song con S. al mando y J. y S. se lanzan después al rap, acompañados por la banda al completo. Bailamos.
Ha sido maravilloso. A. se abraza a una de nosotras, feliz de haber podido presenciar el concierto. Las novedades pueden cambiar nuestra percepción de las cosas y hacernos sonreír. A. sonríe, y no es la única.