Entramos en la segunda semana, en un mismo punto, en la puerta de la Biblioteca, nos habíamos citado para partir rumbo al parque Enrique Granero, las familias sostienen, reposan, con un tiempo calmo se quedan y poco a poco van desapareciendo, ahora creamos una nueva familia. Une niñe se queda triste, “no le he dado un beso a mi mamá”, le proponemos lanzarle un beso, y que las palomas de Ruzafa encargadas de que los besos no se pierdan le lleven a su mamá ese beso deseado. Observamos las palomas de los balcones y vemos cómo llevan a cada casa los besitos.

Emprendemos la ruta y para nuestra sorpresa el parque Enrique Granero está en obras, todo el odioso cemento ha sido levantado, las vallas crean paneles, ahora hay pasillos entre éstos y las paredes de la plaza. Caminamos por este corredero. Hay grafitis y mensajes de otras gentes que pasaron antes por aquí, hay muchas propuestas, las interpretamos y damos respuestas, se lee: “VR Russafa” a lo que M. dice “¡Vanda Russafera!”, un indício de que el sentimiento grupal aflora. Y es muy curioso cómo cada cuál va tomando su rol y sus aportaciones en consonancia con el resto, pues L. destaca con su humor peculiar lo escatológico, jugando a los límites morales, siendo sorprendido por las cacas apestosas de las calles que sobredimensionan sus ideas. Seguimos caminando y llegamos a un colorido dibujo que nos sugiere los orígenes del barrio de Ruzafa, “Russafa era un jardí…”, unas manos recorren las sombras del dibujo y dicen: “igual Pepita se ha escondido por aquí”. 

Y resulta que un grupo de jóvenes sin saberlo nos había dejado unos carteles preguntándonos: “qué hace especial este barrio”. y más adelante: “¿qué puedo hacer para mejorar el barrio de Ruzafa?.”

Sus respuestas son:

CUIDARLO

MÁS PAPELERAS

NO CONTAMINACIÓN

NO MANCHAR

LUGARES SIN CACA / MÁS VATER PARA PERROS 

Continuamos y con la emoción golpeamos la persiana cerrada del local de los Scouts del barrio, esto nos sirve de excusa para acercarnos y disculparnos por la molestia. Estamos en el epicentro, en una plaza cerrada que en su proceso de construcción genera en sus bordes un mar de preguntas.

Bordeamos y dejamos la plaza atrás, y sobre ruedas aparece de amarillo subido el cartero, quien sorprendido por la manada que somos, acostumbrado a pasear a su ritmo y en calma entre parada y parada a excepción del saludo puntual, recibe cual metralleta un montón de preguntas que le cuesta descifrar. “Has visto a una señora que se llama Pepita”, dice una vocecita al señor de coleta y gafas subidas, el hombre había respondido a algunas cuestiones, pero ante ésta se quedó parado y patidifuso marchó a seguir con su entrega, creemos que no entendía nada…

Un paso de peatones, y al otro lado un parque gigante por el que podríamos perdernos, el Parque Central, hemos decidido venir aquí como alternativa al Parque Enrique Granero, para recogernos y mover nuestro cuerpo, para seguir investigando y explorando dónde estará Pepita, cómo y por dónde habitamos nuestro barrio, y que le y nos caracteriza.

Trepamos árboles, metemos pies en agujeros, pies de distintos tamaños que recogen nuestras zapatillas y que nos muestran cómo un mismo receptáculo puede contener una diversidad de pies humanos, se hace presente la diferencia y como ritual todes pasamos a dejar nuestra huella en ese calzado de tierra que tiene la horma de nuestro zapato. 

Saltos, señaléticas, y vueltas para reconocer el espacio que ocupamos. Amigues conocides, gente desconocida, flores que van a abrirse en esta primavera y una manta que nos abraza.

Partimos de una biblioteca para descubrir muchas de nosotres nuestras primeras palabras en un nuevo folio en blanco que es el barrio. 

Y es el mismo folio el que nos sirve para dejar las huellas del relieve de las calles, aprovechamos las distintas paradas en nuestra deriva por el barrio para usar la técnica del Frottage, observar y hacernos conscientes del suelo que pisamos. Recogemos distintas pistas que nos hablan del barrio que recorremos juntes. 

En estos recorridos entramos a la tienda de electrodomésticos o a la de colchones preguntamos por Pepita pero nadie la ha visto, nos cuesta preguntar, fijar la mirada, y focalizarnos en la relación con el comerciante, pues todos son estímulos, las pantallas o una mosca, y hay demasiada información por procesar, aunque estemos haciendo un simple gesto cotidiano de entrar a preguntar a una tienda. El hecho de entrar en otro momento, desde otro lugar hace que la experiencia urbana sea otra, no acostumbramos a derivar por el barrio, a entrar porque sí, a explorar, a investigar y dejarnos llevar.

¿Qué tipo de juego es este? ¿Qué juegos por descubrir aguarda el barrio?

¿Y tú has visto a Pepita?

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